Soñaba ingenua alcanzar una estrella...
Y cual pequeña intrigada...
Estiraba las manos para llegar a ellas...
Finalmente glorioso día...
Creí que finalmente lo conseguía...
Abrazador brillo mis ojos cubría...
Cual centella y blanco manto...
Y en mis manos el cálido tacto...
Tranquilizaba a mi alma herida...
Más desperté del sueño aturdida...
Y descubrí dolorida...
Que la estrella nunca había sido mía...
Y con lágrimas rodantes reconocí...
Que jámas lo sería...
